Desde que fue elegido papa, a Benedicto XVI se le ha insultado de todos los modos posibles, y hasta de algunos imposibles. Frecuentemente, los epítetos que se le dedican tienen relación con la postura de la Iglesia en materia de sexo y costumbres .
El pasado 12 de enero, el diputado homosexual brasileño Jean Willys, publicó un artículo titulado “Benedicto XVI y las amenazas a la humanidad” en una revista semanal de su país, en el que señala que el papa es un “genocida en potencia” y un “nazi”. Ha ido incluso más allá, afirmando que “el Holocausto empezó con una frase como esta”.
En España, la Federación Española de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales ha manifestado que “la incitación al odio sí es una amenaza para la humanidad”, mientras que Izquierda Unida ha solicitado la revisión de “los privilegios estatales con el Vaticano”.
La causa: el papa ha dicho que “el casamiento civil igualitario es una amenaza para la humanidad”. Si bien de la afirmación del diputado carioca surge la cuestión de si manifestarse contrario al matrimonio gay le sitúa a uno necesariamente en el hitlerismo, hay aún una elemental pregunta previa: ¿dijo Benedicto XVI lo que se le imputa?
Todo comenzó el lunes 9 de enero. Esa mañana, el papa Benedicto XVI recibió al cuerpo diplomático, según costumbre, ante el que pronunció un discurso en el que trató los temas habituales. Entre ellos, el del futuro de la familia, que se ve amenazada por numerosas razones en el Occidente actual.
Comenzó su alocución Benedicto XVI congratulándose de una sentencia de la Corte de Justicia de la Unión Europea que salvaguarda la dignidad de los embriones humanos en su relación con la investigación científica. Pero a continuación señaló que a veces se toman medidas legislativas que favorecen la corrupción en la educación de los jóvenes, “favoreciendo el aborto por motivos de conveniencia o por razones médicas discutibles”. En ese marco, el papa recordó que “las políticas que dañan a la familia amenazan la dignidad humana y el futuro de la humanidad misma”.
Nazismo y Susan Sarandon
Prosiguió con las cuestiones económicas, para las que encontró causas morales: “La crisis puede ser un incentivo para reflexionar sobre la importancia de la dimensión ética de la existencia humana, aun antes que para tratar los mecanismos que gobiernan la vida económica; no solamente para tratar de evitar las pérdidas personales o las de las economías nacionales, sino para darnos nuevas reglas que nos den a todos la posibilidad de vivir dignamente y de desarrollar las propias capacidades a favor de toda la comunidad”.
Al final de su intervención, habló sobre ecología y sobre la primavera árabe.
Estos fueron los temas a los que el papa se refirió. Pues bien: la agencia Reuters ha difundido por el mundo que el papa ha atacado el matrimonio homosexual. El papa no ha aludido de modo explícito a este tema en absoluto, pero, como es evidente, Benedicto XVI en numerosas ocasiones ha negado la moralidad de estas uniones y, en consecuencia, la pertinencia de su legalización. Por ello, nadie ha dudado de que todo ello se corresponde con el verdadero pensamiento del papa. Ello ha bastado.
En Gran Bretaña se han publicado artículos que explican la realidad de las afirmaciones pontificias -como ha hecho The Guardian-. Pero donde la respuesta ha sido más contundente ha sido en Brasil, como cabía suponer. El obispo de Aracaju, monseñor Enrique Soares, ha protestado contra los excesos de este diputado, atacando la “mala fe de la prensa de modo general cuando se trata de la Iglesia y del papa Benedicto XVI; la deshonestidad de la prensa, que siempre busca, de modo capcioso, tergiversar las palabras del papa para hacerlo antipático y odioso ante la opinión pública”. El obispo ha continuado afirmando que “no me preocupa si el papa agrada o no a los medios de comunicación (...) pero me indigna la sordidez de esa prensa que quiere pasar por imparcial y honesta...”.
La indignación del obispo brasileño es comprensible. Desde que Benedicto XVI fue elegido, hace ya casi seis años, no han cesado los ataques. De hecho, a las pocas horas de su proclamación la prensa de medio mundo pregonaba una pretendida militancia nazi de juventud, basada en una mistificación histórica. La falacia hizo fortuna, no porque tuviera el más mínimo viso de verosimilitud, sino porque encajaba a la perfección en el tipo de calumnia que complacía a aquellos que le denostaban a causa de su ortodoxia católica. Las portadas de las más diversas publicaciones le retrataban como miembro de las Juventudes Hitlerianas y de la Wehrmacht. El tabloide inglés The Sun abría con la siguiente frase: “De la Juventud de Hitler a Papa Ratzi”. La publicación israelí Yediot Ahronot tituló: “Humo blanco, pasado negro”.
Y así, hace apenas tres meses, la actriz Susan Sarandon desató una polémica en Estados Unidos al referirse al actual papa como a un “nazi”. El insulto, pronunciado en un plató de televisión, fue jaleado nerviosamente por una audiencia bien dispuesta contra el papa, pese a la reconvención del presentador. La pronta respuesta de los católicos norteamericanos apenas sirvió para aclarar las cosas, puesto que Sarandon no se tomó la molestia de contestar a los argumentos que los católicos le brindaron. Y, por supuesto, nada importa que el propio papa haya dicho en Birmingham hace poco más de un año que “el nazismo es una ideología demoníaca”.
Un escándalo periódico
Algo parecido ha sucedido con la campaña desatada en torno a los casos de pederastia, en los que se ha pretendido involucrar al papa como encubridor. A quienes difunden la mentira poco les importa que, precisamente, la actitud del actual papa haya sido la de una total transparencia desde el principio, pidiendo perdón en el nombre de toda la Iglesia. Benedicto XVI ha pedido ese perdón tanto a Dios como a las víctimas de los pedófilos, solicitando ese perdón para el pecador e intransigencia para el pecado.
En otras muchas polémicas se ha visto implicado el papa, siempre en defensa de la fe católica. Cuando le preguntan por algún asunto, nunca rehúye la respuesta aunque, por supuesto, sepa que muchas veces lo que diga va a ser utilizado en contra de la Iglesia. Normalmente, los temas son siempre los mismos, pero Benedicto XVI acepta con resignación pronunciarse una y otra vez sobre ellos. Periódicamente, siempre hay alguien que se rasga las vestiduras ante las palabras del papa. Como ha recordado un periodista de The Guardian, Andie Brown, “el papa es católico; quizá forma parte de la naturaleza del negocio de noticias asombrarse, cada dos meses, ante este hecho”.
Sida y preservativos
Uno de esos temas acerca de los que más se ha pronunciado Benedicto XVI ha sido el del sida. El asunto es lo suficientemente problemático como para comprometer respuestas que aseguren titulares. Así que en un viaje a África hace unos años, el papa volvió a pronunciarse contra el uso de preservativos. Según Benedicto XVI, la abstinencia y la fidelidad son las mejores recomendaciones para prevenir y atajar la epidemia. Por supuesto, una ola de indignación -escasamente espontánea- siguió a las palabras del papa.
Poco tiempo después, la Universidad de Harvard publicaba un trabajo en el que se le daba la razón al papa. En él, Daniel Halperin, investigador del Departamento para la Salud Global y la Población, ha mostrado cómo entre 1997 y 2007 el índice de infección entre la población adulta ha descendido del 29 al 16%. El estudio se ha efectuado en Zimbabue, donde los programas puestos en marcha se han basado en “la reducción de comportamientos arriesgados, como las relaciones fuera del matrimonio, esporádicas y con prostitutas” y en el que han sido fundamentales “los proyectos formativos promovidos por las Iglesias”.
Por supuesto, estas noticias tienen mucha menor difusión que las palabras del papa. Y, por supuesto, quienes le han atacado jamás le piden perdón. Ni a él ni a la Iglesia.
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