Encontré este artículo fascinante, por el hecho de que todo es un ciclo, y en estos momentos quieren volver a someternos a un control como el que se narra que se buscaba en épocas de Chaplin. No se pudo antes y no se puede ahora, siempre existirán medios para expresarnos. No importa el país, ni la ideología, todos tenemos derecho a expresar lo que pensamos y a que nos lean.
Este País 26 mayo 1993
JOSÉ FELIPE CORIA
A Hollywood siempre le ha resultado incómodo el tema político con cualquiera de las
variantes que presente. Desde los años silentes la política ha sido cuidadosamente dejada de lado por la industria, aunque no por sus creadores, y menos aún por organizaciones como el FBI, que han visto en Hollywood un nido de radicales, liberales y comunistas. Desde sus arranques se considera al cine como instrumento de penetración ideológica y se cree que sus creadores deben estar sometidos a un estricto control: las ideas en libertad son peligrosas. Así, para el FBI la política era un delito, y doble delito si esta política la practicaba un artista.
Recientemente, en la fallida biografía fílmica que hiciera Richard Attenbo-rough
sobre Chaplin, apareció con cierto detalle el acoso de que fue objeto, por parte del FBI, el máximo representante de la comedia fílmica de este siglo. El archivo de Chaplin, recopilado a lo largo de medio siglo, abarca unas mil 900 páginas y el único que ha podido leerlo íntegramente es el biógrafo de Chaplin, David Robinson.
En Chaplin: his life and his art, Robinson considera estúpido todo lo hecho por el
FBI, debido a las imprecisiones biográficas que ostenta, por recopilar sus informaciones en un panfleto difamatorio hecho con la evidente intención de enlodar la imagen del cómico, por parecer una columna de chismes y por su descarado racismo: alusiones al judaismo de Chaplin hechas con siniestro tono inculpatorio y que faltan a la verdad. No era de extrañar que Chaplin se opusiera al nazismo -tema al que durante un tiempo fue sensible Hollywood al grado de la simpatía-, ya que su hermano sí era judío, y como humanista sabía que el nazismo era un error tan descomunal que de plano lo satirizó en El gran dictador, su obra maestra contra el fascismo en cualquier medio político, que irritó sobremanera a J. Edgar Hoover, el mero mero del FBI.
La primera nota en el archivo de Chaplin es del 15 de agosto de 1922. Un agente
llamado A. A. Hopkins apuntó que Chaplin dio una fiesta en honor del líder obrero
William Z. Foster. A la recepción acudieron muchos miembros del "partido bolchevique", y Chaplin externó malos comentarios contra Will Hays, el neurótico censor que poco antes había llegado a Hollywood con la intención de limpiar las películas de peligrosas insinuaciones sexuales y políticas.
Hopkins indicaba que el baño de hombres del estudio de Chaplin tenía una pancarta:
"Bienvenido, Will Hays". Esta información y la reseña de la fiesta impresionaron al solemne Hoover, que creyó ver en ello otra forma de infiltración utilizada por los comunistas en la industria.
Reportes posteriores insisten en ver a Chaplin como el anónimo donante de ciertas y jugosas cantidades al Partido Comunista de Estados Unidos, así como al amigo fiel de varios sindicalistas rojos. A lo largo de tres decenios aparecieron informaciones de este tipo. Todas, sin excepción, se ha comprobado que carecen de sustento: excepto por el archivo del FBI, en ningún otro lado o ninguna otra persona ha podido confirmar las supuestas donaciones que hiciera Chaplin para causas comunistas o su presunta amistad con líderes de esa ideología.
En algunos años no aparece información relevante en el archivo, pero el 3 de diciembre de 1942 el anónimo agente asignado al caso asegura que Chaplin asistió a un mitin comunista en apoyo al pueblo soviético en guerra. El discurso del cómico, según el informante, incluyó frases como "no soy comunista, pero soy bastante pro-comunista".
Esto fue suficiente para que el FBI monitoreara a lo largo de la Segunda Guerra las
cuentas bancadas de Chaplin, buscando algún retiro sospechoso o incomprobable, algo que significara una donación para causas comunistas, según los muchachos de Hoover. Nada se encontró.
El archivo está lleno de pequeñas anécdotas que "demostraban" las simpatías comunistas de Chaplin: una vez el cómico estrechó la mano de un director ruso; otra se fotografió con Lewis Mile-stone, director de origen ruso; otra más, un club de admiradores, de sospechosa ideología roja, organizó una retrospectiva del cómico y lo invitó; en otra ocasión asistió al estreno de una película rusa y en otra se le vio entrar a un concierto de Shostakovich; alguna vez el diario soviético Pravda publicó un reportaje de Chaplin como saludo a una retrospectiva de sus películas en Moscú. Todas estas anécdotas, según el FBI, demostraban que la personalidad radical de Chaplin tenía una fuerte inclinación por el comunismo.
Hoover, la verdad, estaba obsesionado con Chaplin desde que éste se burló en sus
narices cuando asistió a una cena organizada por William Randolph Hearst, el magnate del periodismo estadunidense. En esa cena Chaplin no hizo caso a los comentarios paranoicos de Hoover. Este, sin embargo, no olvidó el hecho y estuvo buscándole tres pies al gato hasta que se los encontró. Escrutando de cerca las sábanas, la intimidad del cómico, pensaba que en algún momento recibiría su recompensa. Así fue. Joan Barry, amante de Chaplin durante algún tiempo, al sentir que el cómico la echaba de«su vida sin contemplaciones, decidió armarle un escándalo diciendo que el hijo que esperaba era de él. Chaplin pudo comprobar su inocencia: no era el padre de esa hija.
Pero asesorada por el FBI, la Barry llevó a los tribunales a Chaplin. Ahí fue enjuiciado más bien por ser extranjero (jamás había pedido la nacionalidad estadunidense) y, por extensión, por ser un lascivo comunista que deseaba burlarse de la sociedad y del público que lo habían llevado a la cumbre del éxito y la fama. Chaplin, claro está, fue encontrado culpable y tuvo que pagar durante 21 años una pensión a la hija de la Barry. Apenas hasta ahora se considera que fue injusto ese juicio amañado.
Para acusar a Chaplin el FBI recurrió a algo asqueroso: la asesoría de la más célebre
columnista de chismes sobre Hollywood, Hedda Hopper (La perez-hilton de la epoca), de quien constantemente se ha demostrado que sólo actuaba por intereses mezquinos y que a todos los que no le rendían pleitesía los consideraba automáticamente sus enemigos. Fue el caso de Chaplin.
A la Hopper le gustaba meterse a la recámara de los actores y observar sus
intimidades. Muchas carreras destruyó con sus "informes".
Lo que Robinson encuentra en el archivo del FBI dice más del desequilibrio emocional de la Barry (están registrados los 12 alias con que se presentaba la actriz, su constante problema con el alcohol y que no quería presentar cargos contra Chaplin, cosa esta última de la cual la disuadió el FBI) que de la paternidad en disputa.
De cualquier forma, Chaplin fue condenado por la opinión pública y su fama de
comunista se extendió. En pleno auge de la era macartista, Chaplin era considerado un sujeto muy peligroso, así que en noviembre de 1948 fue incluido en el índice de Seguridad, ya que para estas fechas se le veía como espía soviético y mensajero clandestino con años de trabajo y enormes actividades subversivas.
Pero a pesar del empeño de los agentes y del amplio margen de maniobra con que
operaba el FBI, sin necesidad de mover un dedo a su favor Chaplin fue exonerado por la propia historia: el 29 de diciembre de 1949 se registra en los archivos la siguiente afirmación: "Se ha establecido que no existen testigos que confirmen si Chaplin ha sido miembro del Partido Comunista en el pasado, si actualmente lo es, o si ha contribuido a las finanzas del Partido Comunista".
La parte final de las hostilidades llegó en 1952: Chaplin decidió irse de vacaciones a
Europa. A su regreso solicitó un permiso para reingresar a Estados Unidos. Un
funcionario de inmigración fue a pedirle consejo a Hoover y le dijo "que estaba tomando medidas para prevenir el reingreso de Charlie Chaplin... por sus bajezas morales". Se basaba para ello en el caso de Joan Barry.
Chaplin, al ver que era considerado persona non grata en Estados Unidos, decidió no insistir en su permiso de reingreso y se quedó en Europa. Para el FBI no era el fin de la historia: continuó monitoreando sus actividades y recortando todos los periódicos donde apareciera una noticia sobre él; interceptó algo de su correspondencia personal y también de la de su esposa; afirmó en 1955 que debido a que su hijo actuó en una película alemana, podría considerarse esto como la herencia de un punto de vista subversivo, y así cada año incluso hasta el final de la vida del comediante.
David Robinson comenta que "después de que Chaplin regresó (en 1972 para recibir
un Osear honorario como el hijo pródigo de una industria arrepentida) el archivo del
FBI no se cerró del todo. Los documentos finales se refieren al robo del cadáver de
Chaplin en 1978. De alguna manera parece apropiado que la contribución del FBI para la investigación fuera una serie de entrevistas con médiums". Es la grotesca nota final de un archivo inútil, cargado de mala fe y hecho con la única intención de dañar al más grande de los creadores de la etapa silente del cine, y el único que logró sobrevivir con fortuna su paso al sonoro con una serie de cintas, apenas seis, entre las que se encuentran parte de lo mejor de su obra, como esas denuncias de los excesos fascistas (El gran dictador), de la inmoralidad del capitalismo (Tiempos modernos) y de la peligrosa trivialización del crimen (Monsieur Verdoux).
Lo padecido por Chaplin apenas fue la punta del iceberg. A fines de los cuarenta y
principios de los cincuenta el poco margen creativo que tenía la gente más interesante de Hollywood se estrechó y llevó a la ruina carreras prominentes. La persecución feroz de comunistas trajo consigo la exaltación del fascismo del que no se ha podido librar Hollywood.