Muchas divas se van cuando parecía que lo peor había pasado. Cuando parecía que habían superado ese momento en el que una artista se ve en lo más bajo y solo tiene dos opciones: abandonarse y acurrucarse en la oscuridad o escalar hasta la salida del pozo, con las uñas si hace falta. Parecía que Whitney estaba por la segunda, que intentaba trepar para volver a respirar aire fresco. Igual que Amy Winehouse, que dejó el barrio de Camden para siempre cuando parecía haberse dado cuenta de que su «no, no, no» a la rehabilitación le iba a llevar a la tumba. Entró y salió de la clínica varias veces antes de recluirse en su piso hasta aquel fatídico 23 de julio. Pero daba la sensación de que empezaba a ceder, de que quienes la querían la estaban convenciendo de que debía seguir intentándolo. Además, había superado su fatal enamoramiento del también adicto Blake Fielder-Civil.
Más obstinada fue Janis Joplin,otra que no supo lidiar con los desequilibrios de autoestima y maquilló su personalidad con todo tipo de sustancias. Bebió, esnifó y se inyectó todo lo que quiso sin que nadie pudiese frenar su carrera hacia la muerte —seguramente nadie lo intentó, ya saben, los 60...—. Al día siguiente de enterarse de que su prometido había estado jugando al billar con unas desconocidas, apareció fulminada por una sobredosis de heroína. Un mes después se publicaba «Pearl», el álbum más vendido de su discografía.
Tres factores son comunes a muchas de estas muertes prematuras de cantantes femeninas: baja autoestima, politoxicomanía y relaciones tormentosas. Billie Holidayes el caso paradigmático, y posiblemente el más similar al de Whitney Houston. Al contrario que las rebeldes Joplin o Winehouse, Holiday y Houston eran la imagen del glamour, de la elegancia. Eran dos damas de la canción, para quienes la adicción no era algo de lo que alardear ante los fans, sino un terrible secreto.
Holiday comparte también con Houston una desgraciada debilidad por los machistas recalcitrantes. La reina del jazz mantuvo dolorosas relaciones con diferentes maltratadores, que emplearon brutales técnicas de seducción como las que siguió practicando Bobby Brown —el animal con el que se casó Houston— 70 años después.
Hay otros elementos comunes a las cantantes malditas. Por ejemplo, es curioso que las cuatro mencionadas hayan flirteado en diferentes momentos de sus carreras con los rumores desatados acerca de su bisexualidad. Pero también es cierto que hay otro factor que a priori entraría en la ecuación: la fama desorbitada. Sin embargo, no es condición sine qua no para hallar un final trágico. Recordamos aquí a la mucho menos conocida «Reina Blanca del Soul», Teena Marie, que fue encontrada sin vida por su hija el día de Navidad de 2010, por motivos que los médicos no llegaron a determinar. Tenía 54 años y parecía haber superado su lucha contra las drogas. Pero hay caídas de las que uno jamás se llega a levantar.
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